jueves, 6 de septiembre de 2012

CRONICA DEL 2 SEPTIEMBRE DE 2012


Ya estamos de vuelta de agosto, algunos no se fueron, otros no han aparecido en todo el mes (estos han vuelto con un extraño bulto detrás del ombligo, creo que se hace llamar efecto txopito-kañas), y otros (bueno concretamente un zumbado, porque no puede tener otro nombre) ha hecho en cinco días lo que otros en todo el mes andando mucho no han llegado a alcanzar en kilómetros.
El zumbado en cuestión es Juan y solamente se ha metido entre pecho y espalda más de 1.600 kilometros en 124 horas y con un desnivel de unos 21.000 metros, es la denominada 1.001 miglia y se celebra bianualmente en Italia. ENHORABUENA RANDONNEUR. Lo más cachondo del asunto es que al saludarle lo primero que dice es que si para el año que viene hacemos la Madrid-Gijón-Madrid o otra parecida en Inglaterra, menos mal que con lo que nos cuesta entrenarle al menos cumple los objetivos.
Al grano que nos despistamos, pues eso, que a las 8:30 horas en la Fuente de los Patos, con una temperatura aproximada de 10ºC (si 2 septiembre y 10ºC de temperatura, es lo que tiene vivir en Siberia-Gasteiz), partimos los siguientes miembros de la grupeta: Felipe, M.A., Ramón, Miguel, Oskar, Joselito, Txumari, Juan y Sergio y bastante afluencia de gente de La Vitoriana.
Partimos relajadamente hacia Aiurdin y encaramos el primer coll de la jornada con tranquilidad, ya que por un lado la etapa se perfila dura, no sabemos como estamos después de Agosto por otro, y por último Aiurdin siempre resulta a casi todo aquel que se le pregunte, un puerto de muy poco gusto.
Coronamos Aiurdin, en la bajada hasta Murgia reagrupamos y bajamos en dirección Amurrio hacia el Alto de las Chozas. Aquí, ya se va cogiendo confianza y se comienza a acelerar el ritmillo (esto es la Vitoriana, a tirar en las cuestas arriba y esperar en las cuestas abajo, hay cosas que no cambian ni porque pase Agosto, ni 100 años, y lo dice un aspirante).
Pasamos Amurrio por el centro y se sube al alto de Zarobe, desde donde se va para Respaldiza, Zuaza y se llega a Okondo. Hasta aquí el grupo continua bastante compacto, aunque el ritmo se ha acelerado de modo notable, pero se vé que aquí SI que se entrena con el calorcito.
Una vez en Okondo nos dirigimos hacia Laudio a través del puerto de Malkuartu, con unas rampas de vértigo que hacen que una gran parte del pelotón se lo agradezca a modo de grito pelado al que ha diseñado el recorrido.
Éste último, presente entre ellos, se siente lleno de gozo y le quita importancia, es lo que hace la gente modesta.
En Laudio control de firmas, aunque aquí si que se ha atomizado el pelotón, bien por pinchazos en la bajada o bien por el ritmo del último tramo.
Recomponemos las fueras y salimos rápidamente en un pelotón de unos 15 aproximadamente, por supuesto, todos los miembros de la grupeta juntos.
A partir de aquí se va subiendo hasta el alto del puerto de Altube, pero hasta llegar hasta un poco más adelante del cruce de las Chozas el ritmo se hace tranquilo, entre bromas, chistes (de algún modo hay que llamarlos) y otros comentarios de difícil reproducción en este foro tan formal y serio.
Una vez llegados a las primeras rampas de Altube, se acaba la algarabía, nos embarga el silencio, incluso se escucha algún lloro que otro por el fondo y cada uno sube como puede, pues se empieza a notar que es el primer día después de Agosto.
Una vez superado Altube, cruzamos Murgia, y una parte de la representación dice que tiene prisa y emprende el regreso por Aiurdin, mientras que el resto, fieles a lo dispuesto en el calendario de la Vitoriana, subimos Zarate, bajamos a Gopegi y de aquí nos dirigimos a Gasteiz, a un ritmo infernal que hizo que algunos se quedaran por el camino.
A la altura de Aranguiz, Juan, Txumari y yo decidimos que ya lo hemos dado todo y que tenemos mucha morriña del fresco sabor de la espuma tostada de una kañita en la Duna, así que a ritmo ligero nos dirigimos a nuestro destino, donde nos encontramos con alguno con nuestro mismo pensamiento pero que ha salido con la B. Quien será????????????



                                                                                                              Por Sergio Fernández Oleaga


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