27 de JUNIO:
Al fin se acerca el día
que tenía marcado este año en el calendario cicloturista. Hoy termino de
trabajar un rato antes y marcho rápido a casa para terminar de preparar la
mochila y todo el equipaje habitual de una marcha cicloturista: ropa ciclista,
casco, comida, zapatos,
cuentakilómetros, pulsómetro, …
Bajo antes de tiempo y
Juanillo llega puntual con su furgoneta, cargar la bolsa y arrancar camino a
Bayona para pillar el bus que debe llevarnos a Luchon para el inicio de la
prueba. Viaje de ida hasta Bayona sin incidentes repasando la logística de la
prueba (horarios, hoteles, …). Una vez allí formalizamos la inscripción en
perfecto francés, cargamos las bicicletas en una furgoneta (de manera muy
rudimentaria – lastima de foto) y montamos en el autobús tras coincidir e
intercambiar comentarios con un par de compañeros de Vitoria.
Viaje tranquilo, en el
que aprovechamos a comer algo y pegar una cabezadita, a pesar del bullicio de
quien no comparte nuestra afición por la siesta. También aprovechamos para
revisar el recorrido y los pasos que debemos seguir a nuestra llegada a Luchon.
Una vez en Luchon
recuperamos rápidamente las bicicletas y emprendemos la búsqueda del hotel.
Después de un par de paseos de más lo encontramos y tras hacer el checking en
el hotel y guardar las bicis marchamos en busca de los compañeros vitorianos a
intercambiar experiencias ciclísticas mientras conocemos Luchon.
Mientras charlamos
animadamente sobre la prueba y las intenciones de cada uno, llega Sergio con la
cuadrilla de Bilbao con la que tiene intención de hacer la prueba en un solo día
y los comentarios y las risas van a más. Lamentablemente se va haciendo tarde y
tenemos que cenar así que marchamos en busca de otros compañeros vitorianos, que
llegaban más tarde, con los que hemos quedado a cenar y a los que acompañaremos
durante la prueba.
Justo acaban de llegar
cuando llegamos a su hotel, de manera que la cena se hace esperar y da lugar a
que nos vayamos conociendo e intercambiando opiniones sobre cómo afrontar lo
que se nos viene encima al día siguiente. Por fin la cena esta lista, y entre
pasta, pollo y variados comentarios ciclistas se va animando la noche. Tras una
agradable sobremesa se decide disolver la reunión y tras quedar para el día
siguiente, cada uno marchamos a descansar a nuestro hotel.
28 de JUNIO:
Suena el despertador,
vestirse de romano a toda pastilla y bajar a desayunar. Sergio y los demás
compañeros que van a un día ya están desayunando, nos unimos a su desayuno y
les despedimos, ellos arrancarán media hora antes. Terminamos de desayunar y
subimos a preparar el equipaje, para cuando me quiero dar cuenta Juanillo ya ha
arrancado y a mi aun me falta por hacer lo más importante; le dejo que se
adelante.
Por fin bajo y cojo la
bici, Juan ya ha montado el equipaje en la furgoneta cuando yo llego, pero el
resto de compañeros andan más tardíos, de manera que toca esperar.
Una vez estamos todos
abajo nos dirigimos a la línea de salida para sellar y arrancar la prueba. En
el camino nos encontramos con varios compañeros más de Vitoria. Sellamos la
salida y arrancamos hacia Peyresourde y … la primera en la frente: primer cruce
a izquierda que nos saltamos, demasiado temprano para fijarnos en flechitas
amarillas. Afortunadamente somos muchos y los últimos nos avisan de nuestro
error.
Iniciamos la subida a
Peyresourde y en los primeros kilómetros noto que la cadena va saltando en los
piñones más grandes cuando fuerzo. Decido no forzar y utilizar todo el
desarrollo desde el principio y esperar a más adelante para intentar ajustarlo.
Poco después nos fijamos que el cambio de una compañera va saltando continuamente,
lo que nos obliga a parar e intentar solucionarlo. Afortunadamente la furgoneta
de apoyo aún estaba por detrás y nos pudo echar un cable. Por el contrario
ninguno somos un experto mecánico y no sabemos solucionarle el problema de modo
que es ella misma quién decide que va a desmontar la cadena y montar de nuevo
su cadena vieja que había cambiado la semana anterior y por alguna extraña
razón había decidido traer. Creo que debió ser la misma extraña razón por la
que yo metí el multi-herramienta en la mochila que permitió desmontar y volver
a montar la cadena. Por fortuna conseguíamos esquivar la primera dificultad extra
con éxito. Algunos compañeros no se
percatan de la avería y continúan adelante. El puerto es largo y la furgoneta
les pillará antes de llegar arriba para informarles del problema.
Yo aprovecho la avería para
ajustar mi cambio y arranco minutos antes de que solucionen la avería. Subo el
puerto poco a poco, disfrutando de la subida y de las vistas; y terminando de
ajustar el cambio (media vuelta a un lado – media vuelta al otro). Con la
tranquilidad que da saber que aún viene alguien por detrás. Sorprendentemente
voy pasando gente.
Por fin llego arriba,
donde esperan los compañeros que marchaban por delante cuando sucedió la avería
y allí esperamos mientras comemos algún bocadillo. Juan junto a otros
compañeros que ya llevan tiempo esperando deciden comenzar el descenso
tranquilos y subir el Col d’Aspin. Al poco llegan los dos rezagados y tras
avituallarse como es debido emprendemos el descenso camino de Arreau para subir
el segundo puerto del día: el Col d’Aspin.
Algunos compañeros han
decidido esperarnos al comienzo del puerto, y desde abajo comenzamos juntos. Aquí
quedan en evidencia mis dotes de escalador, ya que me quedo descolgado en
cuanto la carretera se empina un pelín más de la cuenta, aunque consigo subir
el puerto sin perder de vista a los compañeros e incluso alcanzando a uno tres kilómetros
antes de finalizar. La verdad que disfrute mucho de las vistas que brinda este
puerto. Arriba espera Juan, a quién he
intuido con su traje rosa en las largas curvas del puerto. Avituallamiento, sello
y aprovechamos para reagruparnos y emprendemos el descenso.
Hacemos el descenso
tranquilo y nos damos cuenta de que algo falla, los compañeros más retrasados
no nos alcanzan, de modo que decidimos parar y esperar a ver que sucede. Pronto
nos enteramos de que ha habido un doble pinchazo bajando y decidimos esperar
sentados en una parada de bus a que lo solucionen y nos alcancen antes de
comenzar a subir Tourmalet. Llamada a casa para informar de que todo va bien y
enseguida aparecen los compañeros y reanudamos la marcha en busca del “coco” de
la marcha. En Saint Marie de Campan se nos une el chofer de la furgoneta de
apoyo, quien se había llevado la bici para subir Tourmalet con nosotros.
Disfrutamos juntos de los primeros kilómetros, pero una vez más vence la
gravedad y me distancio de mis compañeros. Poco a poco voy subiendo el puerto y
antes de llegar a La Mongie se empieza a notar el fuerte viento, que ya nos
acompañará en lo que queda de ascensión.
Como anécdota contar que
en los kilómetros finales, en los que subía entre 5 y 7 por hora, se me metió
otro ciclista a rueda para protegerse del aire, tengo serias dudas de que a esa
velocidad valga de algo. Aunque también es verdad que quito mucho aire.
Una vez superada La
Mongie los últimos kilómetros (los más duros) se hicieron con un viento
insufrible y mucho calor. El viento arrastraba la arenilla de la cima de la
montaña y resultaba realmente muy molesto e incluso peligroso.
Al llegar a la cima allí
estaba Juan, haciendo de reportero gráfico tras tomar una cerveza en el
restaurante. ¿Os podéis creer que con la ventaja que le di no saco una para mí?
Tras la foto de rigor
arrancamos el descenso con mucho cuidado, ya que si las rachas de viento eran
peligrosas subiendo, mucho más bajando. Enseguida llegamos al avituallamiento;
sello y foto en Tourmalet. Donde a Juan aprovecha para sentarse a descansar un
rato y sufre un tremendo calambre en ambas piernas que le impide ponerse en
píe. Le echamos una mano para levantarse y un compañero le indica los
estiramientos que debe realizar y como hacerlos para evitar que le vuelva a
suceder. Según dijo: “mono de santo”. En este punto nos reagrupamos todos, por
lo que estuvimos esperando un buen rato y Juan comenzó a “comer por de más”.
Hasta que al fin decidimos arrancar camino de Argelés.
En el planteamiento
inicial Argeles era parada obligada para comer, pero en nuestro caso lo fue
también por ser la segunda avería gorda del día. Inexplicablemente justo cuando
íbamos a parar, la cadena de un compañero se revolvió quedando atrapada entre
el desviador y el plato. Afortunadamente ya sabíamos que contábamos en el grupo
con una mecánica espectacular que nos solucionaría el problema. Y así fue, tras
un inicio de duda conseguimos dar también con la solución, mientras
aprovechábamos para reponer fuerzas.
Al ir a reiniciar la
marcha Juan se dio cuenta de que su sillín estaba roto y rápidamente se decidió
cambiarlo por el de la bici del chofer para poder continuar, pequeña incidencia
que alargo un poco más la parada.
Por fin arrancamos camino
del Col de Soulor, y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos subiendo de
nuevo. Tras una parada técnica al inicio de puerto Pedro y yo establecimos la
grupeta de sprinters y subimos el puerto poco a poco, charlando y parando un
par de veces a refrescarnos. A falta de 5km nos alcanzó un compañero que por
error se había colado en una carrera master (esto a mí no me pasa). Tras
comentarlo siguió hacia adelante y nosotros mantuvimos nuestro ritmo machacón.
Al fin llegamos a la cima de Soulor donde nos esperaba la mayoría del grupo.
Ultimo sello del día, reponer fuerzas y a por el Aubisque.
En todo esto el día
estupendo que llevábamos hasta Argeles había ido cambiando, tal como avisaban
las previsiones, y la tormenta parecía inminente. Así que sin retrasarnos
demasiado partimos a cumplir con el “tramite” del Col de Aubisque, aunque los
últimos kilómetros se hicieron duros después de todo lo que llevábamos
acumulado.
Llegar arriba,
avituallamiento rápido y descenso hasta Laruns. Donde esperaba Juan y algún
otro compañero, que habían iniciado antes el descenso, junto a los coches de
apoyo para rodar juntos lo que quedaba de etapa. El compañero que más en forma
estaba cogió la cabeza del grupo y nos guío entre la tormenta a toda pastilla
hasta Oloron. Donde recuperamos nuestras mochilas y nos despedimos de los
compañeros de viaje hasta el día siguiente.
No nos resultó difícil
encontrar el hotel en esta ocasión y rápidamente guardamos las bicis en el
cuarto lavandería, subimos a la habitación, ducha rápida, preparar ropa para el
día siguiente y bajar a cenar, antes de que cerraran el restaurante. En el
restaurante no encontramos con Beitia y Cía que habían llegado un poco antes y
con los que casualmente compartíamos hotel. Mantuvimos una charla rápida sobre
la jornada mientras pedíamos la cena y comprobamos que había cierto miedo a que
el chaparrón del final de la jornada continuará a la mañana siguiente, pero
teníamos claro que después de haber pasado lo peor no nos podíamos echar atrás,
aunque cayeran chuzos de punta. Así que sin perder ni un segundo nos pusimos al
alpiste, que teníamos que descansar para el día siguiente. Una cañita rápida
antes de que nos sirvieran la comida y a disfrutar de la cena mientras
comentamos el día pasado y planeamos la mañana siguiente.
Esta noche no nos costó
nada coger el sueño, el cansancio y la copiosa cena ayudo a ello. De nuevo
estábamos “comiendo por demás”.
29 DE JUNIO
De modo que a la mañana
siguiente nos levantamos a las 6:30 y bajamos a desayunar. Nueva sorpresa
cuando nos encontramos en la entrada del restaurante con Mª Jesús y Román que
también habían dormido en el hotel. Tras unos minutos de charla durante el
desayuno arrancaron y nosotros nos quedamos terminando de desayunar. Llamada a
los compañeros de la jornada anterior, pero se alojan en otro hotel y nos
avisan que aún está la cosa algo desorganizada y que saldrán más tarde. Así que
decidimos dejar las maletas a Beitia y Cía, que también viajan con coche de
apoyo y comenzar nuestra jornada de ciclismo solos.
Nos quedan 130 kilómetros
de trámite hasta Bayona. La mañana arranca sin lluvias, pero con el suelo
mojado y el cielo que no presagia nada bueno. Pasamos el primer control del día
a la salida de Oloron y emprendemos la marcha a ritmo crucero. Juan ha “comido
por demás” en el desayuno y el ritmo es suave, vamos cogiendo ritmo, pero a los
45’ comienza a llover. Hemos salvado la primera hora, pero la lluvia nos
acompañará lo que queda de día. Paramos a ponernos el chubasquero y nos pilla
el primer grupillo, donde coincidimos con un francés que salió a hacerla en un
día pero tuvo que modificar sus planes y dormir en Oloron. Con el fuimos
charlando hasta el inicio del Coll de Osquich, donde el esfuerzo del día
anterior le paso factura y se descolgó. Subimos tranquilos el puerto y coronamos
sin mayor dificultad, como el día anterior siempre Juan por delante. Paramos
arriba en el avituallamiento, sellamos y continuamos “comiendo por demás” (esta
era mi estrategia para ganar a Juan). Tras comer emprendemos el descenso y tras
el comenzamos el famoso sube-baja de la Luchon-Bayona. Unos repechos los
subimos con la inercia que cogemos en el descenso del anterior y en otros toca
sufrir para coronarlos. En uno de los que subimos con la inercia adelantamos a
dos franceses que iban charlando tranquilamente, pero a los que no les debió
gustar que les adelantásemos, ya que en el siguiente repecho pegaron un
achuchón importante. Decidimos no picarnos y mantener la distancia. Y así
continuamos todo el sube-baja hasta Hasparren donde Juan decidío aumentar un
poco el ritmo y aprovechando un repecho les adelantamos y dejamos atrás. En ese
momento le dí un relevo a Juan y así fue la cosa hasta meta, la táctica de
hacerle “comer por demás” funciono y llegando a Bayona tuvo que esconderse del
viento tras de mí, e incluso se le salió la cadena en el último repecho. Decidí
esperar, ya que atacar cuando a un compañero se le sale la cadena está muy feo.
Y juntos llegamos a meta justo antes de que callera un chaparrón de órdago.
Coger un poco de aire, último
sello en meta, algo de picar, una cerveza y a celebrar la nueva hazaña.
Luchon-Bayona superada!!!
Poco a poco fueron
llegando el resto de compañeros y charlamos con todos ellos.
Primer año en
Luchon-Bayona, una gran experiencia con muy buena compañía. Confío en poder
compartirla otro año con tan buena compañía como este.
¿Quién se anima para 2016?
P.D. Significar la
importancia de los coches de apoyo para realizar esta prueba, sin ellos es muy
probable que algún compañero no pudiera haber terminado además permiten que la
noche intermedia sea más cómoda. Sin duda indispensable. Muchas gracias.