lunes, 14 de julio de 2014

LUCHON-BAYONA 2014

27 de JUNIO:
Al fin se acerca el día que tenía marcado este año en el calendario cicloturista. Hoy termino de trabajar un rato antes y marcho rápido a casa para terminar de preparar la mochila y todo el equipaje habitual de una marcha cicloturista: ropa ciclista, casco, comida, zapatos,  cuentakilómetros, pulsómetro, …
Bajo antes de tiempo y Juanillo llega puntual con su furgoneta, cargar la bolsa y arrancar camino a Bayona para pillar el bus que debe llevarnos a Luchon para el inicio de la prueba. Viaje de ida hasta Bayona sin incidentes repasando la logística de la prueba (horarios, hoteles, …). Una vez allí formalizamos la inscripción en perfecto francés, cargamos las bicicletas en una furgoneta (de manera muy rudimentaria – lastima de foto) y montamos en el autobús tras coincidir e intercambiar comentarios con un par de compañeros de Vitoria.
Viaje tranquilo, en el que aprovechamos a comer algo y pegar una cabezadita, a pesar del bullicio de quien no comparte nuestra afición por la siesta. También aprovechamos para revisar el recorrido y los pasos que debemos seguir a nuestra llegada a Luchon.
Una vez en Luchon recuperamos rápidamente las bicicletas y emprendemos la búsqueda del hotel. Después de un par de paseos de más lo encontramos y tras hacer el checking en el hotel y guardar las bicis marchamos en busca de los compañeros vitorianos a intercambiar experiencias ciclísticas mientras conocemos Luchon.
Mientras charlamos animadamente sobre la prueba y las intenciones de cada uno, llega Sergio con la cuadrilla de Bilbao con la que tiene intención de hacer la prueba en un solo día y los comentarios y las risas van a más. Lamentablemente se va haciendo tarde y tenemos que cenar así que marchamos en busca de otros compañeros vitorianos, que llegaban más tarde, con los que hemos quedado a cenar y a los que acompañaremos durante la prueba.
Justo acaban de llegar cuando llegamos a su hotel, de manera que la cena se hace esperar y da lugar a que nos vayamos conociendo e intercambiando opiniones sobre cómo afrontar lo que se nos viene encima al día siguiente. Por fin la cena esta lista, y entre pasta, pollo y variados comentarios ciclistas se va animando la noche. Tras una agradable sobremesa se decide disolver la reunión y tras quedar para el día siguiente, cada uno marchamos a descansar a nuestro hotel.

28 de JUNIO:
Suena el despertador, vestirse de romano a toda pastilla y bajar a desayunar. Sergio y los demás compañeros que van a un día ya están desayunando, nos unimos a su desayuno y les despedimos, ellos arrancarán media hora antes. Terminamos de desayunar y subimos a preparar el equipaje, para cuando me quiero dar cuenta Juanillo ya ha arrancado y a mi aun me falta por hacer lo más importante; le dejo que se adelante.
Por fin bajo y cojo la bici, Juan ya ha montado el equipaje en la furgoneta cuando yo llego, pero el resto de compañeros andan más tardíos, de manera que toca esperar.
Una vez estamos todos abajo nos dirigimos a la línea de salida para sellar y arrancar la prueba. En el camino nos encontramos con varios compañeros más de Vitoria. Sellamos la salida y arrancamos hacia Peyresourde y … la primera en la frente: primer cruce a izquierda que nos saltamos, demasiado temprano para fijarnos en flechitas amarillas. Afortunadamente somos muchos y los últimos nos avisan de nuestro error.
Iniciamos la subida a Peyresourde y en los primeros kilómetros noto que la cadena va saltando en los piñones más grandes cuando fuerzo. Decido no forzar y utilizar todo el desarrollo desde el principio y esperar a más adelante para intentar ajustarlo. Poco después nos fijamos que el cambio de una compañera va saltando continuamente, lo que nos obliga a parar e intentar solucionarlo. Afortunadamente la furgoneta de apoyo aún estaba por detrás y nos pudo echar un cable. Por el contrario ninguno somos un experto mecánico y no sabemos solucionarle el problema de modo que es ella misma quién decide que va a desmontar la cadena y montar de nuevo su cadena vieja que había cambiado la semana anterior y por alguna extraña razón había decidido traer. Creo que debió ser la misma extraña razón por la que yo metí el multi-herramienta en la mochila que permitió desmontar y volver a montar la cadena. Por fortuna conseguíamos esquivar la primera dificultad extra con éxito.  Algunos compañeros no se percatan de la avería y continúan adelante. El puerto es largo y la furgoneta les pillará antes de llegar arriba para informarles del problema.
Yo aprovecho la avería para ajustar mi cambio y arranco minutos antes de que solucionen la avería. Subo el puerto poco a poco, disfrutando de la subida y de las vistas; y terminando de ajustar el cambio (media vuelta a un lado – media vuelta al otro). Con la tranquilidad que da saber que aún viene alguien por detrás. Sorprendentemente voy pasando gente.
Por fin llego arriba, donde esperan los compañeros que marchaban por delante cuando sucedió la avería y allí esperamos mientras comemos algún bocadillo. Juan junto a otros compañeros que ya llevan tiempo esperando deciden comenzar el descenso tranquilos y subir el Col d’Aspin. Al poco llegan los dos rezagados y tras avituallarse como es debido emprendemos el descenso camino de Arreau para subir el segundo puerto del día: el Col d’Aspin.
Algunos compañeros han decidido esperarnos al comienzo del puerto, y desde abajo comenzamos juntos. Aquí quedan en evidencia mis dotes de escalador, ya que me quedo descolgado en cuanto la carretera se empina un pelín más de la cuenta, aunque consigo subir el puerto sin perder de vista a los compañeros e incluso alcanzando a uno tres kilómetros antes de finalizar. La verdad que disfrute mucho de las vistas que brinda este puerto.  Arriba espera Juan, a quién he intuido con su traje rosa en las largas curvas del puerto. Avituallamiento, sello y aprovechamos para reagruparnos y emprendemos el descenso.
Hacemos el descenso tranquilo y nos damos cuenta de que algo falla, los compañeros más retrasados no nos alcanzan, de modo que decidimos parar y esperar a ver que sucede. Pronto nos enteramos de que ha habido un doble pinchazo bajando y decidimos esperar sentados en una parada de bus a que lo solucionen y nos alcancen antes de comenzar a subir Tourmalet. Llamada a casa para informar de que todo va bien y enseguida aparecen los compañeros y reanudamos la marcha en busca del “coco” de la marcha. En Saint Marie de Campan se nos une el chofer de la furgoneta de apoyo, quien se había llevado la bici para subir Tourmalet con nosotros. Disfrutamos juntos de los primeros kilómetros, pero una vez más vence la gravedad y me distancio de mis compañeros. Poco a poco voy subiendo el puerto y antes de llegar a La Mongie se empieza a notar el fuerte viento, que ya nos acompañará en lo que queda de ascensión.
Como anécdota contar que en los kilómetros finales, en los que subía entre 5 y 7 por hora, se me metió otro ciclista a rueda para protegerse del aire, tengo serias dudas de que a esa velocidad valga de algo. Aunque también es verdad que quito mucho aire.
Una vez superada La Mongie los últimos kilómetros (los más duros) se hicieron con un viento insufrible y mucho calor. El viento arrastraba la arenilla de la cima de la montaña y resultaba realmente muy molesto e incluso peligroso.
Al llegar a la cima allí estaba Juan, haciendo de reportero gráfico tras tomar una cerveza en el restaurante. ¿Os podéis creer que con la ventaja que le di no saco una para mí?
Tras la foto de rigor arrancamos el descenso con mucho cuidado, ya que si las rachas de viento eran peligrosas subiendo, mucho más bajando. Enseguida llegamos al avituallamiento; sello y foto en Tourmalet. Donde a Juan aprovecha para sentarse a descansar un rato y sufre un tremendo calambre en ambas piernas que le impide ponerse en píe. Le echamos una mano para levantarse y un compañero le indica los estiramientos que debe realizar y como hacerlos para evitar que le vuelva a suceder. Según dijo: “mono de santo”. En este punto nos reagrupamos todos, por lo que estuvimos esperando un buen rato y Juan comenzó a “comer por de más”. Hasta que al fin decidimos arrancar camino de Argelés.




En el planteamiento inicial Argeles era parada obligada para comer, pero en nuestro caso lo fue también por ser la segunda avería gorda del día. Inexplicablemente justo cuando íbamos a parar, la cadena de un compañero se revolvió quedando atrapada entre el desviador y el plato. Afortunadamente ya sabíamos que contábamos en el grupo con una mecánica espectacular que nos solucionaría el problema. Y así fue, tras un inicio de duda conseguimos dar también con la solución, mientras aprovechábamos para reponer fuerzas.
Al ir a reiniciar la marcha Juan se dio cuenta de que su sillín estaba roto y rápidamente se decidió cambiarlo por el de la bici del chofer para poder continuar, pequeña incidencia que alargo un poco más la parada.
Por fin arrancamos camino del Col de Soulor, y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos subiendo de nuevo. Tras una parada técnica al inicio de puerto Pedro y yo establecimos la grupeta de sprinters y subimos el puerto poco a poco, charlando y parando un par de veces a refrescarnos. A falta de 5km nos alcanzó un compañero que por error se había colado en una carrera master (esto a mí no me pasa). Tras comentarlo siguió hacia adelante y nosotros mantuvimos nuestro ritmo machacón. Al fin llegamos a la cima de Soulor donde nos esperaba la mayoría del grupo. Ultimo sello del día, reponer fuerzas y a por el Aubisque.
En todo esto el día estupendo que llevábamos hasta Argeles había ido cambiando, tal como avisaban las previsiones, y la tormenta parecía inminente. Así que sin retrasarnos demasiado partimos a cumplir con el “tramite” del Col de Aubisque, aunque los últimos kilómetros se hicieron duros después de todo lo que llevábamos acumulado.
Llegar arriba, avituallamiento rápido y descenso hasta Laruns. Donde esperaba Juan y algún otro compañero, que habían iniciado antes el descenso, junto a los coches de apoyo para rodar juntos lo que quedaba de etapa. El compañero que más en forma estaba cogió la cabeza del grupo y nos guío entre la tormenta a toda pastilla hasta Oloron. Donde recuperamos nuestras mochilas y nos despedimos de los compañeros de viaje hasta el día siguiente.    
No nos resultó difícil encontrar el hotel en esta ocasión y rápidamente guardamos las bicis en el cuarto lavandería, subimos a la habitación, ducha rápida, preparar ropa para el día siguiente y bajar a cenar, antes de que cerraran el restaurante. En el restaurante no encontramos con Beitia y Cía que habían llegado un poco antes y con los que casualmente compartíamos hotel. Mantuvimos una charla rápida sobre la jornada mientras pedíamos la cena y comprobamos que había cierto miedo a que el chaparrón del final de la jornada continuará a la mañana siguiente, pero teníamos claro que después de haber pasado lo peor no nos podíamos echar atrás, aunque cayeran chuzos de punta. Así que sin perder ni un segundo nos pusimos al alpiste, que teníamos que descansar para el día siguiente. Una cañita rápida antes de que nos sirvieran la comida y a disfrutar de la cena mientras comentamos el día pasado y planeamos la mañana siguiente.
     



Esta noche no nos costó nada coger el sueño, el cansancio y la copiosa cena ayudo a ello. De nuevo estábamos “comiendo por demás”.

29 DE JUNIO
De modo que a la mañana siguiente nos levantamos a las 6:30 y bajamos a desayunar. Nueva sorpresa cuando nos encontramos en la entrada del restaurante con Mª Jesús y Román que también habían dormido en el hotel. Tras unos minutos de charla durante el desayuno arrancaron y nosotros nos quedamos terminando de desayunar. Llamada a los compañeros de la jornada anterior, pero se alojan en otro hotel y nos avisan que aún está la cosa algo desorganizada y que saldrán más tarde. Así que decidimos dejar las maletas a Beitia y Cía, que también viajan con coche de apoyo y comenzar nuestra jornada de ciclismo solos.
Nos quedan 130 kilómetros de trámite hasta Bayona. La mañana arranca sin lluvias, pero con el suelo mojado y el cielo que no presagia nada bueno. Pasamos el primer control del día a la salida de Oloron y emprendemos la marcha a ritmo crucero. Juan ha “comido por demás” en el desayuno y el ritmo es suave, vamos cogiendo ritmo, pero a los 45’ comienza a llover. Hemos salvado la primera hora, pero la lluvia nos acompañará lo que queda de día. Paramos a ponernos el chubasquero y nos pilla el primer grupillo, donde coincidimos con un francés que salió a hacerla en un día pero tuvo que modificar sus planes y dormir en Oloron. Con el fuimos charlando hasta el inicio del Coll de Osquich, donde el esfuerzo del día anterior le paso factura y se descolgó. Subimos tranquilos el puerto y coronamos sin mayor dificultad, como el día anterior siempre Juan por delante. Paramos arriba en el avituallamiento, sellamos y continuamos “comiendo por demás” (esta era mi estrategia para ganar a Juan). Tras comer emprendemos el descenso y tras el comenzamos el famoso sube-baja de la Luchon-Bayona. Unos repechos los subimos con la inercia que cogemos en el descenso del anterior y en otros toca sufrir para coronarlos. En uno de los que subimos con la inercia adelantamos a dos franceses que iban charlando tranquilamente, pero a los que no les debió gustar que les adelantásemos, ya que en el siguiente repecho pegaron un achuchón importante. Decidimos no picarnos y mantener la distancia. Y así continuamos todo el sube-baja hasta Hasparren donde Juan decidío aumentar un poco el ritmo y aprovechando un repecho les adelantamos y dejamos atrás. En ese momento le dí un relevo a Juan y así fue la cosa hasta meta, la táctica de hacerle “comer por demás” funciono y llegando a Bayona tuvo que esconderse del viento tras de mí, e incluso se le salió la cadena en el último repecho. Decidí esperar, ya que atacar cuando a un compañero se le sale la cadena está muy feo. Y juntos llegamos a meta justo antes de que callera un chaparrón de órdago.
Coger un poco de aire, último sello en meta, algo de picar, una cerveza y a celebrar la nueva hazaña. Luchon-Bayona superada!!!  




Poco a poco fueron llegando el resto de compañeros y charlamos con todos ellos.
Primer año en Luchon-Bayona, una gran experiencia con muy buena compañía. Confío en poder compartirla otro año con tan buena compañía como este.




¿Quién se anima para 2016?


P.D. Significar la importancia de los coches de apoyo para realizar esta prueba, sin ellos es muy probable que algún compañero no pudiera haber terminado además permiten que la noche intermedia sea más cómoda. Sin duda indispensable. Muchas gracias.